miércoles, 1 de diciembre de 2010

Se nos van los patas blancas

Una de las obras maestras de la genética taurina ha visto como se iba al matadero una de las pocas ganaderías que aún conservaban reses con sangre Vega-Villar. El ganadero José Manuel Sánchez, propietario del hierro de Sánchez Cobaleda lo ha intentado durante casi dos décadas, pero las trabas administrativas han hecho que finalmente haya tirado la toalla y ha procedido a llevar al matadero a un total de seiscientas cabezas de ganado.

Ya no se oyen mugidos en Castillejo de Huebra, donde pastaban estas preciosas reses, toros únicos por su belleza. No hay animales con tanta belleza como los patas blancas, nos podemos recorrer España de norte a sur, de este a oeste y no encontrariamos este señorío animal en ninguna parte. Es una tragedia genética pero sobre todo estética, y aquí todos tenemos gran parte de culpa, nadie ha arrimado el hombro para evitar esta desaparición, de suceder esto en territorio galo, las propias administraciones gubernamentales hubieran actuado, pero poco puede hacer el ganadero cuando tras múltiples revisiones sanitarias tan sólo contaba con cuatro o cinco vacas viejas, con lo cual es imposible remontar un encaste tan endogámico como este.

Muchos han sido los éxitos logrados por los matadores durante varias decadas con estos toros. Época en la que los matadores se peleaban por lidiar estos toros, incluso perdiendo dinero de sus contratos para terminar de pagar al ganadero, por que su elevado caché privaba a muchos empresarios reseñar estos toros para sus plazas. Pero solo nos quedarán cuatro camadas que ver en los ruedos, durante los próximos cuatro años los astados de Sánchez Cobaleda, que a día de hoy pastan en tierras extremeñas, serán lidiados, un puñado de corridas de toros que permitiran deleitarnos la vista en los ruedos en las próximas cuatro temporadas.

Esperemos que aquellos ganaderos que aún conservan este encaste mantengan la ilusión viva y los controles sanitarios les dejen trabajar en paz, para que no perdamos este tesoro de nuestra Fiesta y que no suceda en ninguna finca más, y que el mugido de los patas blancas perdure en el tiempo.

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